lunes, 17 de diciembre de 2012

sistema inmunologico


 
Los linfocitos de los tejidos conectivos corresponden a linfocitos pequeños, de 6 a 8 um de diámetro. Poseen un núcleo ovoide con cromatoma muy condensada y una pequeña cantidad de citoplasma suavemente basófilo.

Al MET presentan una superficie irregular debido a la presencia de numerosas proyecciones citoplasmáticas.. El citoplasma contiene escasas mitocondrias, ribosomas libres, cisternas de ergastoplasma, un Golgi pequeño y granos azurófilos. Según la variedad de linfocito de que se trate su vida media celular pueden variar entre unos pocos días hasta meses y años. Su duración como células libres del tejido conjuntivo es en general de pocos días.

Cumplen un rol fundamental en la respuesta inmune. Relaciones complejas entre linfocitos B, linfocitos T y células presentadoras de antígeno generan las respuestas de defensa inmune humoral y celular. A su vez, los linfocitos nulos participan en los mecanismos de defensa dando origen a células asesinas.

¿Qué es el sistema inmunológico?

El sistema inmunológico es la defensa natural del cuerpo contra las infecciones. Por medio de una serie de pasos, su cuerpo combate y destruye organismos infecciosos invasores antes de que causen daño. Cuando su sistema inmunológico está funcionando adecuadamente, le protege de infecciones que le causan enfermedad.

Los científicos han empezado a comprender el sistema inmunológico. Han podido entender el proceso en detalle. Los investigadores están generando más información sobre su funcionamiento y qué pasa cuando no anda bien.

El Proceso Inmunológico

El proceso inmunológico funciona así: un agente infeccioso entra en el cuerpo. Quizá es un virus de la gripe que entra por la nariz. Quizá es una bacteria que entra por la sangre cuando se pincha con un clavo. Su sistema inmunológico está siempre alerta para detectar y atacar al agente infeccioso antes de que cause daño. Sea cual fuere el agente, el sistema inmunológico lo reconoce como un cuerpo ajeno. Estos cuerpos externos se llaman antígenos. Y los antígenos deben ser eliminados.

La primera línea de defensa del cuerpo es un grupo de células llamadas macrófagos. Estas células circulan por la corriente sanguínea y en los tejidos del cuerpo, vigilantes de los antígenos.

Cuando un invasor entra, un macrófago rápidamente lo detecta y lo captura dentro de la célula. Enzimas en el interior del macrófago destruyen al antígeno procesándolo en pedacitos pequeños llamados péptidos antigénicos. A veces este proceso por sí solo es suficiente para eliminar al invasor. Sin embargo, en la mayoría de los casos, otras células del sistema inmunológico deben unirse a la lucha.

Pero antes de que otras células puedan empezar su trabajo, los péptidos antigénicos dentro del macrófago se unen a moléculas llamadas antígenos de leucocitos humanos o HLA. La molécula de HLA unida a al péptido, ahora llamada complejo antigénico, es liberada del macrófago.

Células llamadas linfocitos de la clase T, pueden entonces reconocer e interactuar con el complejo péptido antigénico-HLA que se encuentra en la superficie del macrófago.

Una vez que dicho complejo es reconocido, los linfocitos T envían señales químicas llamadas citocinas. Estas citocinas atraen más linfocitos T. También alertan a otros linfocitos, de la clase B, para que produzcan anticuerpos.

Estos anticuerpos se liberan a la circulación sanguínea para encontrar y unir más antígenos, de tal forma que los invasores no se puedan multiplicar y enfermarle. En el último paso de este proceso, una célula llamada fagocito se encarga de remover el antígeno del cuerpo.

¿Qué es la Autoinmunidad?

Normalmente, el sistema inmunológico se encarga de combatir a los virus, bacteria o cualquier otro organismo infeccioso que amenace su salud. Pero si ocurre una falla, el mismo sistema que ha sido diseñado para protegerle, puede también volverse en su contra.

Cuando el sistema inmunológico no marcha adecuadamente, no puede distinguir a las células propias de las ajenas. En vez de luchar contra antígenos externos, las células del sistema inmunológico o los anticuerpos que producen, pueden ir en contra de sus propias células y tejidos por error.

A este proceso se le conoce como autoinmunidad, y los componentes involucrados en la ofensiva se llaman linfocitos autorreactivos o autoanticuerpos. Esta respuesta errónea del sistema inmunológico contribuye a varias enfermedades autoinmunes, incluyendo varias formas de artritis.

Enfermedades Autoinmunes

Hay muchos ejemplos de enfermedades autoinmunes, tales como el lupus, la miositis y la artritis reumatoide (AR). La información aquí presentada se enfoca al sistema inmunológico de una persona con AR.

El sistema inmunológico está hiperactivo en personas con AR. Los linfocitos se aglomeran en la membrana que cubre las articulaciones afectadas, conduciendo a la inflamación (hinchazón) que contribuye al daño del cartílago y hueso. Además, la mayoría de los pacientes con AR también tienen un autoanticuerpo llamado factor reumatoide.

Los mensajeros químicos entre las células, llamados citocinas, juegan un papel clave en la inflamación y el daño al cartílago y hueso que ocurre en la AR. Una citocina llamada factor de necrosis tumoral (FNT) y la interleucina-1 (IL-1) contribuyen al dolor y la hinchazón que ocurre en las articulaciones inflamadas.

Nadie sabe qué causa las enfermedades autoinmunes, pero probablemente hay varios factores implicados. Estos pueden incluir virus y factores ambientales, ciertos compuestos químicos y algunos fármacos. Todos ellos pueden dañar o cambiar las células del cuerpo. Las hormonas sexuales pueden tomar parte, porque la mayoría de las enfermedades autoinmunes son más comunes en mujeres que en hombres. La herencia también puede

Nuestro cuerpo esta compuesto de distintos órganos, cada uno con funciones especiales.

Por ejemplo, el corazón, las arterias y las venas son parte del sistema cardiovascular que tiene la función de bombear la sangre a todo el cuerpo. El estómago, hígado, páncreas e intestinos son parte del sistema digestivo que tiene la función de digerir alimentos, absorberlos en el cuerpo, y transformarlos en energía. La nariz, garganta y pulmones son parte del sistema respiratorio que tiene la función de llevar oxígeno a la sangre y al cuerpo.

Como estos órganos y sistemas, el Sistema Inmunológico tiene una variedad de tejidos y órganos, cada uno contribuye en alguna manera a las funciones especializadas del Sistema Inmunológico.

Funciones del Sistema Inmunológico:

El Sistema Inmunológico tiene 2 principales funciones: 1) reconocer sustancias (también llamadas antígenos) extrañas al cuerpo y 2) reaccionar en contra de ellas. Estas sustancias (o antígenos) pueden ser micro-organismos que causan enfermedades infecciosas, órganos o tejidos transplantados de otro individuo, o hasta tumores en nuestro cuerpo. El adecuado funcionamiento del Sistema Inmunológico provee protección contra enfermedades infecciosas, es responsable de rechazar órganos transplantados, y puede proteger a una persona del cáncer.

Una de las funciones más importantes del Sistema Inmunológico es la protección contra enfermedades infecciosas.

El cuerpo está en constante reto por una gran variedad de micro-organismos infecciosos como bacterias, virus y hongos. Estos micro-organismos pueden provocar una variedad de infecciones, algunas relativamente comunes y normalmente no muy serias, y otras menos comunes y más serias.

Por ejemplo, una persona en promedio tiene algunas infecciones de "gripe" cada año provocadas por una gran variedad de virus respiratorios. Otros virus pueden provocar infecciones más serias en el hígado (hepatitis) o infecciones en el cerebro (encefalitis).

Las infecciones por bacterias más comunes son entre otras, "streptococo" en la garganta, infecciones de la piel (impetigo) e infecciones en el oído (otitis). En algunas ocasiones una infección por una bacteria puede ser muy seria como cuando afecta la cubierta del cerebro (meningitis) o cuando afecta los huesos (osteomelitis).

Cualquiera que sea la infección, ya sea causada por una bacteria, virus u hongo, si es relativamente inofensiva o relativamente seria, si es en la piel, en la garganta, en los pulmones o en el cerebro, el Sistema Inmunológico es el responsable de defender a esta persona contra el micro-organismo invasor.

Un Sistema Inmunológico normal brinda la habilidad de matar al micro-organismo invasor, limitar el área afectada y por último brindar la recuperación.

Un Sistema Inmunológico anormal no puede matar a los micro-organismos. La infección se puede distribuir y si no es tratado puede morir. Por lo tanto pacientes con un Sistema Inmunológico defectuoso comúnmente son susceptibles a infecciones y esto se convierte en su mayor problema.

En algunas personas las infecciones pueden ocurrir no muy seguido y sin consecuencia. En otros, las infecciones pueden ser muy seguidas, y con consecuencias, o provocadas por un micro-organismo inusual.

Localización del Sistema Inmunológico

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Como todas las partes del cuerpo tienen que estar protegidas contra micro-organismos u otros materiales extraños, el Sistema Inmunológico se encuentra y tiene acceso en todas las partes del cuerpo. Sin embargo los componentes más importantes del Sistema Inmunológico están concentrados en la sangre, timo, huesos, anginas, ganglios, médula ósea, baso, pulmones, hígado y los intestinos.

Cuando una infección empieza en un lugar que solamente tiene unos cuantos componentes del Sistema Inmunológico, como la piel, se mandan señales por el cuerpo para llamar a grandes cantidades de células al sitio de la infección.

Componentes del Sistema Inmunológico

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El Sistema Inmunológico está compuesto de distintos tipos de células y proteínas. Cada componente tiene una tarea especial enfocada a reconocer el material extraño (antígenos) y/o reaccionar en contra de los materiales extraños. Algunos componentes tienen como función única y principal el reconocer el material extraño. Otros componentes tienen la función principal de reaccionar contra el material extraño. Y algunos otros componentes funcionan para ambos, reconocer y reaccionar en contra de materiales extraños.

Como las funciones del Sistema Inmunológico son tan importantes para sobrevivir, existen mecanismos de respaldo. Si un componente del sistema faltara o no funcionara correctamente, otro componente puede hacer por lo menos algunas de sus funciones.

Los componentes del Sistema Inmunológico son:

Linfocitos B

Linfocitos T

Fagocitos

Complemento

Linfocitos B: Son células especializadas del Sistema Inmunológico (también conocidas como células B) que tienen como función principal producir anticuerpos (también llamados inmunoglobulinas o gamaglobulinas). Los linfocitos B se desarrollan de células primitivas (células madre) en la médula ósea. Cuando maduran, los linfocitos B se encuentran en la médula ósea, nodos linfáticos, baso, ciertas áreas del intestino, y en menos extensión en el fluido sanguíneo.

Cuando las células B se estimulan con un material extraño (antígenos), responden madurando en otros tipos de células llamadas células plasmáticas. Las células plasmáticas producen anticuerpos. Los anticuerpos encuentran su camino hacia el fluido sanguíneo, secreciones respiratorias, secreciones intestinales, y hasta en las lágrimas.

Los anticuerpos son moléculas de proteína altamente especializadas. Para cada antígeno existen anticuerpos moleculares con diseños específicos. Por lo tanto, hay anticuerpos moleculares que embonan, como llave y chapa, al virus del polio, otros que específicamente apuntan a la bacteria que causa la difteria, y otros que son compatibles con el virus de paperas.

La variedad de anticuerpos moleculares es tan extensa que las células B tienen la habilidad de producirlos contra virtualmente todos los micro-organismos en el medio ambiente.

Cuando las moléculas de los anticuerpos reconocen a los micro-organismos extraños, se unen físicamente al micro-organismo e inician una compleja cadena de reacciones involucrando a otros componentes del Sistema Inmunológico que eventualmente destruyen al micro-organismo.

Muchos son los factores que pueden alterar nuestras defensas; unos no dependerán de nosotros, puesto que son factores internos (enfermedades autoinmunes, cambios estacionales, edades extremas de la vida…), pero existen otros factores externos sobre los cuales sí podemos actuar. Seguro que entre los siguientes ejemplos todos reconocemos al menos un par de enemigos del sistema inmunológico presentes en nuestra vida cotidiana: una alimentación desequilibrada, el humo del tabaco, la cafeína, la contaminación ambiental, el estrés, el sedentarismo, el exceso de ejercicio físico, provocan que nuestro organismo y sistema inmunológico se debilite, facilitando el contagio de infecciones (catarros, gripes, cistitis, etc.) y una mayor duración de las mismas.

La alimentación es un factor muy importante para el sistema inmunológico. Si es inadecuada o insuficiente se produce una caída de las defensas; si es equilibrada, las mantiene en forma o las fortalece.

 

¿Cuándo debemos sospechar que nuestras defensas están bajas?

Hay síntomas que nos pueden dar pistas, como pupas en los labios, cansancio” mayor de lo habitual”, heridas que tardan en cicatrizar, dolores musculares sin haber practicado ejercicio y fragilidad del cabello.

El final de las vacaciones estivales es un buen momento para ayudar a nuestro sistema inmunológico a hacer frente a los agentes patógenos que lo atacan. Unas buenas estrategias para aumentar la inmunidad natural las encontramos en la alimentación y el ejercicio físico.

La alimentación es un factor muy importante para el sistema inmunológico. Existe una relación directa entre ambos, ya que si ésta es inadecuada o insuficiente se produce una caída de las defensas, y por el contrario, si es equilibrada y completa, ayuda a mantenerlas en forma o incluso las fortalece.

Siguiendo unos consejos alimentarios sencillos nos cargaremos de energía para afrontar la vuelta al trabajo, y en el caso de los niños, la vuelta al colegio. No olvidemos que hay que comer de todo: una dieta variada con una proporción adecuada de todos los nutrientes (grasas, hidratos de carbono, proteínas, vitaminas, minerales) nos garantiza un equilibrio interno que a la vez sirve como escudo protector.

Las dietas ricas en grasas reducen la respuesta inmunológica; no obstante, no es sólo una cuestión de cantidad, ya que la procedencia de las grasas que introducimos en nuestra dieta también es importante. Conviene incluir grasas monoinsaturadas, presentes en el pescado azul, frutos secos, aceite de oliva, girasol o soja. Consumir regularmente productos lácteos fermentados (yogur, kefir) contribuye a aumentar las defensas.

Además de estas recomendaciones, existen unos nutrientes directamente relacionados con el sistema inmunológico:

·     Vitamina C: reduce la duración y la severidad de las gripes y resfriados. La encontramos en frutas, verduras y hortalizas, como las fresas, el kiwi, cítricos, melón, pimiento, tomate y col.

·     Vitamina A: contribuye a mantener las barreras naturales contra las infecciones (mucosas). La encontramos en hígado, mantequilla, nata, huevos, lácteos y algunas frutas como el albaricoque, cerezas, melón y melocotón.

·     Vitamina E: aumenta la respuesta inmunológica. Presente en aceite de germen de trigo, de soja, cereales (pan, arroz, pasta integral…), aceite de oliva, vegetales de hoja verde y frutos secos.

·     Otras vitaminas: tienen especial importancia las vitaminas del grupo B; tanto los alimentos de origen vegetal como animal son ricos en ella: carne, vísceras, pescado, marisco, huevos, cereales, legumbres, frutas, verduras de hoja verde...

¿Cómo actúa la vacunación?


La vacunación actúa engañando al cuerpo, haciéndole creer que está siendo invadido, a gran escala, por un agente infeccioso de manera que el sistema inmunológico pueda fortalecer sus defensas. Durante la vacunación se introduce en el cuerpo una versión inofensiva del germen y el sistema inmunológico responde produciendo anticuerpos con los que atacar al intruso. Después, una memoria de esta "invasión" permanece y el sistema inmunológico puede reconocer y neutralizar rápidamente los agentes causantes de la enfermedad cuando aparecen.

Los chinos llevaron a cabo una versión de la vacunación, llamada variolation, en el siglo XVI, cuando descubrieron que podían prevenir la viruela al exponer a una persona sana al pus de las lesiones de una enferma. En1796, el médico inglés Edward Jenner puso en práctica la primera vacunación en Europa al utilizar un virus procedente de una vaca para vacunar a un muchacho joven contra un virus más mortífero, el de la viruela. El Dr. Jenner llamó a este proceso "vacunación" por la palabra latina vacca que en inglés significa cow.

En la actualidad hay diferentes tipos de vacunas. Algunas, como la antipoliomielítica oral, son vacunas vivas, "atenuadas", es decir, que el virus ha sido debilitado de manera que estimula la producción de anticuerpos pero no causa la enfermedad. Otras, como la vacuna para la tos ferina de "células completas", contienen bacilos muertos o inactivados o que todavía provocan una respuesta inmune. El antitoxoide tetánico, la vacuna que protege del tétanos a la madre y al recién nacido, es una versión dosificada de la toxina (veneno) que causa la enfermedad. Una cuarta variedad de vacuna, como la Haemophilus influenzae tipo b (Hib), sólo contiene los componentes del virus o bacteria que provoca una respuesta inmune.

La madre puede transferir la inmunidad a sus bebés durante los últimos meses del embarazo por vía transplacentaria. La cantidad de inmunidad heredada varía según la enfermedad y es un factor importante a la hora de decidir el periodo de inmunización del bebé. Los anticuerpos de la madre pueden protegerlo del sarampión de 6 a 12 meses. Pero en casos de enfermedades como la tos ferina, la inmunidad puede durar sólo unas pocas semanas. El tétanos es un ejemplo de que la inmunidad heredada es crucial y de que la madre debe vacunarse para ofrecer protección al recién nacido.

En muchas enfermedades se requieren varias dosis de vacunas para alcanzar la inmunidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la primera vacuna contra la poliomielitis se administre en el momento del nacimiento, lo mismo que la vacuna contra la tuberculosis infantil. En países en donde la transmisión de hepatitis B de madre a hijo es común, la vacunación de los bebés se debe efectuar al nacer.

La dosis restante de la vacuna de poliomielitis y la combinación de la de difteria, tétanos y tos ferina (DTP) se debe administrar por triplicado antes de que cumplan un año: a las seis semanas, a las 10 semanas y a las 14 semanas. Debido a la inmunidad heredada, la vacuna contra el sarampión se les suele administrar a los nueve meses. En regiones de alto riesgo también se les vacuna a la misma edad contra la fiebre amarilla.

Cuantos más niños y niñas se vacunen en una comunidad menor es la probabilidad de que enfermen (incluso aquellos a los que no se ha vacunado), al existir menos receptores de agentes infecciosos. A este tipo de vacunación se la denomina vacunación "colectiva" y es especialmente eficaz con las enfermedades extremadamente contagiosas, como el sarampión, donde la vacunación del 90 al 95% de los niños de corta edad es necesaria para proteger a la comunidad. Sin embargo, esto no es efectivo en enfermedades como el tétanos, por lo que es importante que se administre una vacuna

Vacuna


La vacuna (del latín "vaccinus-a-um", "(vacuno)"; de "vacca-ae", "vaca") es un preparado de antígenos que una vez dentro del organismo provoca la producción de anticuerpos y con ello una respuesta de defensa ante microorganismos patógenos. Esta respuesta genera, en algunos casos, cierta memoria inmunitaria produciendo inmunidad transitoria frente al ataque patógeno correspondiente.

Las vacunas son el principal logro de la investigación biomédica y una de las principales causas de la mejora de la salud y la calidad de vida del ser humano. Desde el comienzo de las epidemias en China, la experiencia y la observación dieron lugar a los primeros métodos de profilaxis, la variolización. Las primeras evidencias de estas prácticas son atribuidas a Zhang Lu.

La primera vacuna descubierta fue la usada para combatir la viruela por Edward Jenner en 1796, y debe su nombre al hecho de que las ordeñadoras de la época que estaban en contacto con la viruela de vaca o viruela bovina (viruela "vacuna"), la cual era menos patógena, hacía que estas personas se inmunizasen y no contrajesen la viruela

La viruela fue la primera enfermedad que el ser humano intentó prevenir inoculándose a sí mismo con otro tipo de enfermedad. Se cree que la inoculación nació en la India o en China alrededor del 200 a. C. En China, a los pacientes que sufrían tipos leves de viruela se les recogían fragmentos de pústulas secas para molerlas hasta conseguir una mezcla con aspecto de polvo que luego se le introducía por la nariz, esperando que esto les inmunizara. En 1718, Lady Mary Wortley Montague informó que los turcos tenían la costumbre de inocularse con pus tomado de la viruela vacuna. Lady Montague inoculó a sus propios hijos de esta manera.

“The Cow-Pock—or—the Wonderful Effects of the New Inoculation!” (1802), viñeta satírica de James Gillray, de las “Publications of ye Anti-Vaccine Society” que muestra a Edward Jenner administrando vacunas contra el virus de la viruela bovina en el hospital de San Pancracio. El temor popular era que la vacuna provocaría el crecimieto de “apéndices vacunos” en los pacientes.

En 1796, durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, observó que las recolectoras de leche adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca» o «viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado con estos animales, y que luego quedaban a salvo de enfermar de viruela común. Efectivamente se ha comprobado que esta viruela vacuna es una variante leve de la mortífera viruela «humana». Trabajando sobre este caso de inoculación, Jenner tomó viruela vacuna de la mano de la granjera Sarah Nelmes. Insertó este fluido a través de inyección en el brazo de un niño de ocho años, James Phipps. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna. Cuarenta y ocho días más tarde, después de que Phipps se hubiera recuperado completamente de tal enfermedad, el doctor Jenner le inyectó al niño infección de viruela humana, pero esta vez no mostró ningún síntoma o signo de enfermedad.

Antes del descubrimiento de las vacunas, las personas morían por enfermedades que ahora pueden ser controladas

Las vacunas fueron descubiertas en 1771, por Edward Jenner, a partir de unos experimentos que realizaba con gérmenes de la viruela que atacaba a la vaca, pero que a los trabajadores de las granjas hacía inmunes hacia esta enfermedad.

De ahí proviene su nombre, de la palabra latina vacca y este invento fue el inicio de todo un programa de inmunizaciones que ha permitido prevenir muchas enfermedades mortales o incapacitantes y evitar grandes epidemias.

A partir de ese momento, se han inventado una serie de vacunas, tanto para prevenir algunas enfermedades infecto-contagiosas, como para controlar alergias a sustancias tóxicas o elementos ambientales.

Una breve historia de las vacunas es la siguiente:

- En 1796 se aplicó por primera vez la vacuna contra la viruela, enfermedad que ha sido erradicada totalmente. Fue descubierta por el médico inglés Edward Jenner en 1771.
- En 1880, Louis Pasteur y Robert Koch descubrieron los "gérmenes" causantes de algunas enfermedades infecciosas como el cólera y la rabia y a partir de ellos se elaboraron las vacunas respectivas.
- En 1891, Emil Adolf von Gelming y Shibasaburo Kitasato, elaboraron las vacunas contra la difteria y el tétanos.
- En 1906, Léon Calmetre y Camille Guérin, inventaron la vacuna BCG contra la tuberculosis.
- En 1954 Jonas E. Salk inventó la maravillosa vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que en México no se ha presentado desde hace varias décadas.
- En 1960, John F. Enders inventó la vacuna contra el sarampión.
- En 1962 Thomas H. Séller, inventó la vacuna contra la rubéola

También existen vacunas contra el tétanos, la tos ferina, la hepatitis A y B, la neumonía, la fiebre amarilla, la tifoides, la gripe o influenza, paperas, varicela, neumococo y meningococo y otras enfermedades graves y los científicos de muchos países trabajan para encontrar la del virus causante del SIDA y otras enfermedades que se han extendido como pandemias, en todo el mundo.

La vacunación consiste en la aplicación de antígenos iguales o similares a los de los agentes infecciosos, desprovistos de las características que les confieren capacidad patógena, pero que conservan la facultad de estimular los mecanismos, inmunológicos. El producto antigénico que muestra esos caracteres se denomina vacuna.

Una vacuna es una suspensión de microorganismos vivos —o fracciones de mismos—, generalmente atenuados o inactivos, cuya administración induce en el receptor inmunidad frente a alguna enfermedad. Las heterovacunas contienen una sustancia ajena al organismo al que se aplican; en las autovacunas, el producto antigénico ha sido extraído del mismo organismo a inmunizar.

Clasificación de las heterovacunas

En función del origen del elemento antigénico, cabe hablar de cinco tipos. En primer lugar, se encuentran las cepas de microorganismos vivos, pero que perdieron su’ virulencia —atenuados—; a continuación, microbios muertos; toxinas producidas u bacterias, que han sido modificadas para que pierdan sus efectos tóxicos (anatoxinas o toxoides) —usadas para combatir el tétanos y la difteria—, pero que mantienen su capacidad de estimular la formación de antitoxinas; fracciones antigénicas del soma microbiano, extraídas de cultivos o del organismo mismo de los portadores, y, finalmente, las vacunas fabricadas por procesos de ingeniería genética.

Según la composición del producto vacunal en su totalidad, hay vacunas monovalentes —las que sólo pueden inmunizar frente a un tipo de agente—; polivalentes, do lo hacen frente

 

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