Los linfocitos de los tejidos
conectivos corresponden a linfocitos pequeños, de 6 a 8 um de diámetro. Poseen
un núcleo ovoide con cromatoma muy condensada y una pequeña cantidad de
citoplasma suavemente basófilo.
Al MET presentan una superficie
irregular debido a la presencia de numerosas proyecciones citoplasmáticas.. El
citoplasma contiene escasas mitocondrias, ribosomas libres, cisternas de
ergastoplasma, un Golgi pequeño y granos azurófilos. Según la variedad
de linfocito de que se trate su vida media celular pueden variar entre unos
pocos días hasta meses y años. Su duración como células libres del tejido
conjuntivo es en general de pocos días.
Cumplen un rol fundamental en la
respuesta inmune. Relaciones complejas entre linfocitos B, linfocitos T y
células presentadoras de antígeno generan las respuestas de defensa inmune
humoral y celular. A su vez, los linfocitos nulos participan en los mecanismos
de defensa dando origen a células asesinas.
¿Qué es el sistema inmunológico?
El sistema
inmunológico es la defensa natural del cuerpo contra las infecciones. Por medio
de una serie de pasos, su cuerpo combate y destruye organismos infecciosos
invasores antes de que causen daño. Cuando su sistema inmunológico está
funcionando adecuadamente, le protege de infecciones que le causan enfermedad.
Los científicos han
empezado a comprender el sistema inmunológico. Han podido entender el proceso
en detalle. Los investigadores están generando más información sobre su
funcionamiento y qué pasa cuando no anda bien.
El Proceso Inmunológico
El proceso
inmunológico funciona así: un agente infeccioso entra en el cuerpo. Quizá es un
virus de la gripe que entra por la nariz. Quizá es una bacteria que entra por
la sangre cuando se pincha con un clavo. Su sistema inmunológico está siempre
alerta para detectar y atacar al agente infeccioso antes de que cause daño. Sea
cual fuere el agente, el sistema inmunológico lo reconoce como un cuerpo ajeno.
Estos cuerpos externos se llaman antígenos. Y los antígenos deben ser
eliminados.
La primera línea de
defensa del cuerpo es un grupo de células llamadas macrófagos. Estas células
circulan por la corriente sanguínea y en los tejidos del cuerpo, vigilantes de
los antígenos.
Cuando un invasor
entra, un macrófago rápidamente lo detecta y lo captura dentro de la célula.
Enzimas en el interior del macrófago destruyen al antígeno procesándolo en
pedacitos pequeños llamados péptidos antigénicos. A veces este proceso por sí
solo es suficiente para eliminar al invasor. Sin embargo, en la mayoría de los
casos, otras células del sistema inmunológico deben unirse a la lucha.
Pero antes de que
otras células puedan empezar su trabajo, los péptidos antigénicos dentro del
macrófago se unen a moléculas llamadas antígenos de leucocitos humanos o HLA.
La molécula de HLA unida a al péptido, ahora llamada complejo antigénico, es
liberada del macrófago.
Células llamadas
linfocitos de la clase T, pueden entonces reconocer e interactuar con el
complejo péptido antigénico-HLA que se encuentra en la superficie del
macrófago.
Una vez que dicho
complejo es reconocido, los linfocitos T envían señales químicas llamadas
citocinas. Estas citocinas atraen más linfocitos T. También alertan a otros
linfocitos, de la clase B, para que produzcan anticuerpos.
Estos anticuerpos
se liberan a la circulación sanguínea para encontrar y unir más antígenos, de
tal forma que los invasores no se puedan multiplicar y enfermarle. En el último
paso de este proceso, una célula llamada fagocito se encarga de remover el
antígeno del cuerpo.
¿Qué es la Autoinmunidad?
Normalmente, el
sistema inmunológico se encarga de combatir a los virus, bacteria o cualquier
otro organismo infeccioso que amenace su salud. Pero si ocurre una falla, el
mismo sistema que ha sido diseñado para protegerle, puede también volverse en
su contra.
Cuando el sistema
inmunológico no marcha adecuadamente, no puede distinguir a las células propias
de las ajenas. En vez de luchar contra antígenos externos, las células del
sistema inmunológico o los anticuerpos que producen, pueden ir en contra de sus
propias células y tejidos por error.
A este proceso se
le conoce como autoinmunidad, y los componentes involucrados en la ofensiva se
llaman linfocitos autorreactivos o autoanticuerpos. Esta respuesta errónea del
sistema inmunológico contribuye a varias enfermedades autoinmunes, incluyendo
varias formas de artritis.
Enfermedades Autoinmunes
Hay muchos ejemplos
de enfermedades autoinmunes, tales como el lupus, la miositis y la artritis reumatoide (AR). La
información aquí presentada se enfoca al sistema inmunológico de una persona
con AR.
El sistema
inmunológico está hiperactivo en personas con AR. Los linfocitos se aglomeran
en la membrana que cubre las articulaciones afectadas, conduciendo a la
inflamación (hinchazón) que contribuye al daño del cartílago y hueso. Además,
la mayoría de los pacientes con AR también tienen un autoanticuerpo llamado factor reumatoide.
Los mensajeros
químicos entre las células, llamados citocinas, juegan un papel clave en la
inflamación y el daño al cartílago y hueso que ocurre en la AR. Una citocina
llamada factor de necrosis tumoral (FNT) y la interleucina-1 (IL-1) contribuyen
al dolor y la hinchazón que
ocurre en las articulaciones inflamadas.
Nadie sabe qué
causa las enfermedades autoinmunes, pero probablemente hay varios factores
implicados. Estos pueden incluir virus y factores ambientales, ciertos
compuestos químicos y algunos fármacos. Todos ellos pueden dañar o cambiar las
células del cuerpo. Las hormonas sexuales pueden tomar parte, porque la mayoría
de las enfermedades autoinmunes son más comunes en mujeres que en hombres. La
herencia también puede
Nuestro
cuerpo esta compuesto de distintos órganos, cada uno con funciones especiales.
Por
ejemplo, el corazón, las arterias y las venas son parte del sistema
cardiovascular que tiene la función de bombear la sangre a todo el cuerpo. El
estómago, hígado, páncreas e intestinos son parte del sistema digestivo que tiene
la función de digerir alimentos, absorberlos en el cuerpo, y transformarlos en
energía. La nariz, garganta y pulmones son parte del sistema respiratorio que
tiene la función de llevar oxígeno a la sangre y al cuerpo.
Como
estos órganos y sistemas, el Sistema Inmunológico tiene una variedad de tejidos
y órganos, cada uno contribuye en alguna manera a las funciones especializadas
del Sistema Inmunológico.
Funciones del Sistema Inmunológico:
El
Sistema Inmunológico tiene 2 principales funciones: 1) reconocer sustancias
(también llamadas antígenos) extrañas al cuerpo y 2) reaccionar en contra de
ellas. Estas sustancias (o antígenos) pueden ser micro-organismos que causan
enfermedades infecciosas, órganos o tejidos transplantados de otro individuo, o
hasta tumores en nuestro cuerpo. El adecuado funcionamiento del Sistema
Inmunológico provee protección contra enfermedades infecciosas, es responsable
de rechazar órganos transplantados, y puede proteger a una persona del cáncer.
Una de
las funciones más importantes del Sistema Inmunológico es la protección contra
enfermedades infecciosas.
El
cuerpo está en constante reto por una gran variedad de micro-organismos
infecciosos como bacterias, virus y hongos. Estos micro-organismos pueden
provocar una variedad de infecciones, algunas relativamente comunes y
normalmente no muy serias, y otras menos comunes y más serias.
Por
ejemplo, una persona en promedio tiene algunas infecciones de "gripe"
cada año provocadas por una gran variedad de virus respiratorios. Otros virus
pueden provocar infecciones más serias en el hígado (hepatitis) o infecciones
en el cerebro (encefalitis).
Las
infecciones por bacterias más comunes son entre otras, "streptococo"
en la garganta, infecciones de la piel (impetigo) e infecciones en el oído
(otitis). En algunas ocasiones una infección por una bacteria puede ser muy
seria como cuando afecta la cubierta del cerebro (meningitis) o cuando afecta
los huesos (osteomelitis).
Cualquiera
que sea la infección, ya sea causada por una bacteria, virus u hongo, si es
relativamente inofensiva o relativamente seria, si es en la piel, en la
garganta, en los pulmones o en el cerebro, el Sistema Inmunológico es el
responsable de defender a esta persona contra el micro-organismo invasor.
Un
Sistema Inmunológico normal brinda la habilidad de matar al micro-organismo
invasor, limitar el área afectada y por último brindar la recuperación.
Un
Sistema Inmunológico anormal no puede matar a los micro-organismos. La
infección se puede distribuir y si no es tratado puede morir. Por lo tanto
pacientes con un Sistema Inmunológico defectuoso comúnmente son susceptibles a
infecciones y esto se convierte en su mayor problema.
En
algunas personas las infecciones pueden ocurrir no muy seguido y sin
consecuencia. En otros, las infecciones pueden ser muy seguidas, y con
consecuencias, o provocadas por un micro-organismo inusual.
Localización del Sistema Inmunológico
.
Como
todas las partes del cuerpo tienen que estar protegidas contra micro-organismos
u otros materiales extraños, el Sistema Inmunológico se encuentra y tiene
acceso en todas las partes del cuerpo. Sin embargo los componentes más
importantes del Sistema Inmunológico están concentrados en la sangre, timo,
huesos, anginas, ganglios, médula ósea, baso, pulmones, hígado y los
intestinos.
Cuando
una infección empieza en un lugar que solamente tiene unos cuantos componentes
del Sistema Inmunológico, como la piel, se mandan señales por el cuerpo para
llamar a grandes cantidades de células al sitio de la infección.
Componentes del Sistema Inmunológico
.
El
Sistema Inmunológico está compuesto de distintos tipos de células y proteínas.
Cada componente tiene una tarea especial enfocada a reconocer el material extraño
(antígenos) y/o reaccionar en contra de los materiales extraños. Algunos
componentes tienen como función única y principal el reconocer el material
extraño. Otros componentes tienen la función principal de reaccionar contra el
material extraño. Y algunos otros componentes funcionan para ambos, reconocer y
reaccionar en contra de materiales extraños.
Como
las funciones del Sistema Inmunológico son tan importantes para sobrevivir,
existen mecanismos de respaldo. Si un componente del sistema faltara o no funcionara
correctamente, otro componente puede hacer por lo menos algunas de sus
funciones.
Los
componentes del Sistema Inmunológico son:
Linfocitos
B
Linfocitos
T
Fagocitos
Complemento
Linfocitos B: Son células especializadas del Sistema
Inmunológico (también conocidas como células B) que tienen como función
principal producir anticuerpos (también llamados inmunoglobulinas o
gamaglobulinas). Los linfocitos B se desarrollan de células primitivas (células
madre) en la médula ósea. Cuando maduran, los linfocitos B se encuentran en la
médula ósea, nodos linfáticos, baso, ciertas áreas del intestino, y en menos
extensión en el fluido sanguíneo.
Cuando
las células B se estimulan con un material extraño (antígenos), responden
madurando en otros tipos de células llamadas células plasmáticas. Las células
plasmáticas producen anticuerpos.
Los anticuerpos encuentran su camino hacia el fluido sanguíneo, secreciones
respiratorias, secreciones intestinales, y hasta en las lágrimas.
Los anticuerpos son moléculas de proteína altamente
especializadas. Para cada antígeno existen anticuerpos moleculares con diseños
específicos. Por lo tanto, hay anticuerpos moleculares que embonan, como llave
y chapa, al virus del polio, otros que específicamente apuntan a la bacteria
que causa la difteria, y otros que son compatibles con el virus de paperas.
La
variedad de anticuerpos moleculares es tan extensa que las células B tienen la
habilidad de producirlos contra virtualmente todos los micro-organismos en el
medio ambiente.
Cuando
las moléculas de los anticuerpos reconocen a los micro-organismos extraños, se
unen físicamente al micro-organismo e inician una compleja cadena de reacciones
involucrando a otros componentes del Sistema Inmunológico que eventualmente
destruyen al micro-organismo.
Muchos son los factores que pueden alterar nuestras
defensas; unos no dependerán de nosotros, puesto que son factores
internos (enfermedades autoinmunes, cambios estacionales, edades extremas de la
vida…), pero existen otros factores externos sobre los cuales sí podemos
actuar. Seguro que entre los siguientes ejemplos todos reconocemos al menos un
par de enemigos del sistema inmunológico presentes en nuestra vida cotidiana:
una alimentación desequilibrada, el humo del tabaco, la cafeína, la
contaminación ambiental, el estrés, el sedentarismo, el exceso de ejercicio
físico, provocan que nuestro organismo y sistema inmunológico se debilite,
facilitando el contagio de infecciones (catarros, gripes, cistitis, etc.) y una
mayor duración de las mismas.
La alimentación es un factor
muy importante para el sistema inmunológico. Si es inadecuada o insuficiente se
produce una caída de las defensas; si es equilibrada, las mantiene en forma o
las fortalece.
¿Cuándo debemos sospechar que nuestras defensas
están bajas?
Hay síntomas que nos pueden
dar pistas, como pupas en los labios, cansancio” mayor de lo habitual”, heridas
que tardan en cicatrizar, dolores musculares sin haber practicado ejercicio y
fragilidad del cabello.
El final de las vacaciones
estivales es un buen momento para ayudar a nuestro sistema inmunológico a hacer
frente a los agentes patógenos que lo atacan. Unas buenas estrategias para
aumentar la inmunidad natural las encontramos en la alimentación y el ejercicio
físico.
La alimentación es un factor
muy importante para el sistema inmunológico. Existe una relación directa entre
ambos, ya que si ésta es inadecuada o insuficiente se produce una caída de las
defensas, y por el contrario, si es equilibrada y completa, ayuda a mantenerlas
en forma o incluso las fortalece.
Siguiendo unos consejos
alimentarios sencillos nos cargaremos de energía para afrontar la vuelta al
trabajo, y en el caso de los niños, la vuelta al colegio. No olvidemos que hay
que comer de todo: una dieta variada con una proporción adecuada de todos los
nutrientes (grasas, hidratos de carbono, proteínas, vitaminas, minerales) nos
garantiza un equilibrio interno que a la vez sirve como escudo protector.
Las dietas ricas en grasas
reducen la respuesta inmunológica; no obstante, no es sólo una cuestión de
cantidad, ya que la procedencia de las grasas que introducimos en nuestra dieta
también es importante. Conviene incluir grasas monoinsaturadas, presentes en el
pescado azul, frutos secos, aceite de oliva, girasol o soja. Consumir
regularmente productos lácteos fermentados (yogur, kefir) contribuye a aumentar
las defensas.
Además de estas recomendaciones, existen unos
nutrientes directamente relacionados con el sistema inmunológico:
· Vitamina C: reduce la duración y la severidad de las gripes y
resfriados. La encontramos en frutas, verduras y hortalizas, como las fresas,
el kiwi, cítricos, melón, pimiento, tomate y col.
· Vitamina A: contribuye a mantener las barreras naturales contra las infecciones
(mucosas). La encontramos en hígado, mantequilla, nata, huevos, lácteos y
algunas frutas como el albaricoque, cerezas, melón y melocotón.
· Vitamina E: aumenta la respuesta inmunológica. Presente en aceite de
germen de trigo, de soja, cereales (pan, arroz, pasta integral…), aceite de
oliva, vegetales de hoja verde y frutos secos.
·
Otras vitaminas: tienen especial importancia las
vitaminas del grupo B; tanto los alimentos de origen vegetal como animal son
ricos en ella: carne, vísceras, pescado, marisco, huevos, cereales, legumbres,
frutas, verduras de hoja verde...
¿Cómo actúa la vacunación?
La
vacunación actúa engañando al cuerpo, haciéndole creer que está siendo
invadido, a gran escala, por un agente infeccioso de manera que el sistema
inmunológico pueda fortalecer sus defensas. Durante la vacunación se introduce
en el cuerpo una versión inofensiva del germen y el sistema inmunológico
responde produciendo anticuerpos con los que atacar al intruso. Después, una
memoria de esta "invasión" permanece y el sistema inmunológico puede
reconocer y neutralizar rápidamente los agentes causantes de la enfermedad
cuando aparecen.
Los chinos llevaron a cabo una versión de la vacunación, llamada
variolation, en el siglo XVI, cuando descubrieron que podían prevenir la
viruela al exponer a una persona sana al pus de las lesiones de una enferma.
En1796, el médico inglés Edward Jenner puso en práctica la primera vacunación
en Europa al utilizar un virus procedente de una vaca para vacunar a un
muchacho joven contra un virus más mortífero, el de la viruela. El Dr. Jenner
llamó a este proceso "vacunación" por la palabra latina vacca que en
inglés significa cow.
En la
actualidad hay diferentes tipos de vacunas. Algunas, como la antipoliomielítica
oral, son vacunas vivas, "atenuadas", es decir, que el virus ha sido
debilitado de manera que estimula la producción de anticuerpos pero no causa la
enfermedad. Otras, como la vacuna para la tos ferina de "células
completas", contienen bacilos muertos o inactivados o que todavía provocan
una respuesta inmune. El antitoxoide tetánico, la vacuna que protege del
tétanos a la madre y al recién nacido, es una versión dosificada de la toxina
(veneno) que causa la enfermedad. Una cuarta variedad de vacuna, como la
Haemophilus influenzae tipo b (Hib), sólo contiene los componentes del virus o
bacteria que provoca una respuesta inmune.
La madre
puede transferir la inmunidad a sus bebés durante los últimos meses del
embarazo por vía transplacentaria. La cantidad de inmunidad heredada varía según
la enfermedad y es un factor importante a la hora de decidir el periodo de
inmunización del bebé. Los anticuerpos de la madre pueden protegerlo del
sarampión de 6 a 12 meses. Pero en casos de enfermedades como la tos ferina, la
inmunidad puede durar sólo unas pocas semanas. El tétanos es un ejemplo de que
la inmunidad heredada es crucial y de que la madre debe vacunarse para ofrecer
protección al recién nacido.
En
muchas enfermedades se requieren varias dosis de vacunas para alcanzar la
inmunidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la primera
vacuna contra la poliomielitis se administre en el momento del nacimiento, lo
mismo que la vacuna contra la tuberculosis infantil. En países en donde la
transmisión de hepatitis B de madre a hijo es común, la vacunación de los bebés
se debe efectuar al nacer.
La dosis
restante de la vacuna de poliomielitis y la combinación de la de difteria,
tétanos y tos ferina (DTP) se debe administrar por triplicado antes de que
cumplan un año: a las seis semanas, a las 10 semanas y a las 14 semanas. Debido
a la inmunidad heredada, la vacuna contra el sarampión se les suele administrar
a los nueve meses. En regiones de alto riesgo también se les vacuna a la misma
edad contra la fiebre amarilla.
Cuantos
más niños y niñas se vacunen en una comunidad menor es la probabilidad de que
enfermen (incluso aquellos a los que no se ha vacunado), al existir menos
receptores de agentes infecciosos. A este tipo de vacunación se la denomina
vacunación "colectiva" y es especialmente eficaz con las enfermedades
extremadamente contagiosas, como el sarampión, donde la vacunación del 90 al
95% de los niños de corta edad es necesaria para proteger a la comunidad. Sin
embargo, esto no es efectivo en enfermedades como el tétanos, por lo que es
importante que se administre una vacuna
Vacuna
La vacuna (del latín "vaccinus-a-um", "(vacuno)"; de "vacca-ae",
"vaca") es un preparado de antígenos que una vez dentro del organismo provoca la producción
de anticuerpos y con ello una
respuesta de defensa ante microorganismos patógenos. Esta respuesta genera, en
algunos casos, cierta memoria inmunitaria produciendo inmunidad transitoria frente al ataque patógeno
correspondiente.
Las vacunas son el principal logro de la investigación biomédica y una de
las principales causas de la mejora de la salud y la calidad de vida del ser
humano. Desde el comienzo de las epidemias en China, la experiencia y la
observación dieron lugar a los primeros métodos de profilaxis, la variolización. Las primeras evidencias de estas prácticas son
atribuidas a Zhang Lu.
La primera vacuna descubierta fue la usada para combatir la viruela por Edward Jenner en 1796, y debe su nombre al
hecho de que las ordeñadoras de la época que estaban en contacto con la viruela
de vaca o viruela bovina (viruela "vacuna"), la cual era menos
patógena, hacía que estas personas se inmunizasen y no contrajesen la viruela
La viruela fue la primera
enfermedad que el ser humano intentó prevenir inoculándose a sí mismo con otro
tipo de enfermedad. Se cree que la
inoculación nació en la India o en China alrededor del 200
a. C.
En China, a los pacientes que sufrían tipos leves de viruela se les recogían
fragmentos de pústulas secas para molerlas hasta conseguir una mezcla con
aspecto de polvo que luego se le introducía por la nariz, esperando que esto
les inmunizara. En 1718, Lady Mary Wortley
Montague
informó que los turcos tenían la costumbre de inocularse con pus tomado de la
viruela vacuna. Lady Montague inoculó a sus propios hijos de esta manera.
“The Cow-Pock—or—the
Wonderful Effects of the New Inoculation!” (1802), viñeta satírica de James Gillray, de las
“Publications of ye Anti-Vaccine Society” que muestra a Edward Jenner administrando vacunas
contra el virus de la viruela bovina en el hospital de San Pancracio. El temor
popular era que la vacuna provocaría el crecimieto de “apéndices vacunos” en
los pacientes.
En 1796, durante el momento de
mayor extensión del virus de la viruela en Europa, un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, observó que las
recolectoras de leche adquirían ocasionalmente una especie de «viruela de vaca»
o «viruela vacuna» (cowpox) por el contacto continuado con estos
animales, y que luego quedaban a salvo de enfermar de viruela común.
Efectivamente se ha comprobado que esta viruela vacuna es una variante leve de
la mortífera viruela «humana». Trabajando sobre este caso de inoculación,
Jenner tomó viruela vacuna de la mano de la granjera Sarah Nelmes. Insertó este
fluido a través de inyección en el brazo de un niño de ocho años, James Phipps.
El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna. Cuarenta y ocho
días más tarde, después de que Phipps se hubiera recuperado completamente de tal
enfermedad, el doctor Jenner le inyectó al niño infección de viruela humana,
pero esta vez no mostró ningún síntoma o signo de enfermedad.
Antes del
descubrimiento de las vacunas, las personas morían por enfermedades que ahora
pueden ser controladas
Las vacunas fueron descubiertas en 1771, por Edward
Jenner, a partir de unos experimentos que realizaba con gérmenes de la viruela
que atacaba a la vaca, pero que a los trabajadores de las granjas hacía inmunes
hacia esta enfermedad.
De ahí proviene su nombre, de
la palabra latina vacca y este invento fue el inicio de todo un programa
de inmunizaciones que ha permitido prevenir muchas enfermedades mortales o
incapacitantes y evitar grandes epidemias.
A partir de ese momento, se
han inventado una serie de vacunas, tanto para prevenir algunas enfermedades
infecto-contagiosas, como para controlar alergias a sustancias tóxicas o
elementos ambientales.
Una breve historia de las
vacunas es la siguiente:
- En 1796 se aplicó por
primera vez la vacuna contra la viruela, enfermedad que ha sido erradicada
totalmente. Fue descubierta por el médico inglés Edward Jenner en 1771.
- En 1880, Louis Pasteur y Robert Koch descubrieron los "gérmenes" causantes de algunas enfermedades infecciosas como el cólera y la rabia y a partir de ellos se elaboraron las vacunas respectivas.
- En 1891, Emil Adolf von Gelming y Shibasaburo Kitasato, elaboraron las vacunas contra la difteria y el tétanos.
- En 1906, Léon Calmetre y Camille Guérin, inventaron la vacuna BCG contra la tuberculosis.
- En 1954 Jonas E. Salk inventó la maravillosa vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que en México no se ha presentado desde hace varias décadas.
- En 1960, John F. Enders inventó la vacuna contra el sarampión.
- En 1962 Thomas H. Séller, inventó la vacuna contra la rubéola
- En 1880, Louis Pasteur y Robert Koch descubrieron los "gérmenes" causantes de algunas enfermedades infecciosas como el cólera y la rabia y a partir de ellos se elaboraron las vacunas respectivas.
- En 1891, Emil Adolf von Gelming y Shibasaburo Kitasato, elaboraron las vacunas contra la difteria y el tétanos.
- En 1906, Léon Calmetre y Camille Guérin, inventaron la vacuna BCG contra la tuberculosis.
- En 1954 Jonas E. Salk inventó la maravillosa vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que en México no se ha presentado desde hace varias décadas.
- En 1960, John F. Enders inventó la vacuna contra el sarampión.
- En 1962 Thomas H. Séller, inventó la vacuna contra la rubéola
También existen vacunas contra
el tétanos, la tos ferina, la hepatitis A y B, la neumonía, la fiebre amarilla,
la tifoides, la gripe o influenza, paperas, varicela, neumococo y meningococo y
otras enfermedades graves y los científicos de muchos países trabajan para
encontrar la del virus causante del SIDA y otras enfermedades que se han
extendido como pandemias, en todo el mundo.
La vacunación
consiste en la aplicación de antígenos iguales o similares a los de los agentes
infecciosos, desprovistos de las características que les confieren capacidad
patógena, pero que conservan la facultad de estimular los mecanismos,
inmunológicos. El producto antigénico que muestra esos caracteres se denomina
vacuna.
Una vacuna es una suspensión
de microorganismos vivos —o fracciones de mismos—, generalmente atenuados o
inactivos, cuya administración induce en el receptor inmunidad frente a alguna
enfermedad. Las heterovacunas contienen una sustancia ajena al organismo
al que se aplican; en las autovacunas, el producto antigénico ha sido extraído
del mismo organismo a inmunizar.
Clasificación
de las heterovacunas
En
función del origen del elemento antigénico, cabe hablar de cinco tipos. En
primer lugar, se encuentran las cepas de microorganismos vivos, pero que
perdieron su’ virulencia —atenuados—; a continuación, microbios muertos;
toxinas producidas u bacterias, que han sido modificadas para que pierdan sus
efectos tóxicos (anatoxinas o toxoides) —usadas para combatir el tétanos
y la difteria—, pero que mantienen su capacidad de estimular la formación de
antitoxinas; fracciones antigénicas del soma microbiano, extraídas de cultivos
o del organismo mismo de los portadores, y, finalmente, las vacunas fabricadas
por procesos de ingeniería genética.
Según
la composición del producto vacunal en su totalidad, hay vacunas monovalentes
—las que sólo pueden inmunizar frente a un tipo de agente—; polivalentes, do lo
hacen frente
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